"La villa de Padrón está situada en lo último de la ría, pues hasta ella llegan las mareas, y con éstas, barcos hasta su puente llamado de Santiago, que comunica la villa con un arrabal, separado de ella por el río Sar. Está en una hermosa llanura en la margen izquierda del río. Tiene 330 vecinos, entre los que hay algunos nobles y acomodados. En una capilla con la advocación de Santiago ofician los canónigos de una colegiata, cuya iglesia está a un cuarto de legua de la villa camino de Santiago. Se llama Santa María de Iria, conservando el nombre y la memoria de una antigua silla episcopal de Galicia, llamada Santa María de Iria Flavia. Los canónigos son nueve, y un magistral, cuyas prebendas son alternativas para su provisión entre el Rey y el arzobispo. Es famosa la feria que por Resurrección se hace en esta villa de todos géneros, y en especial de ganados."
Eso es Padrón. O, mejor dicho, eso era en 1764, cuando el ilustrado gallego José Comide recorrió la costa gallega desde Ribadeo hasta más allá de la desembocadura del Miño y dejó sus impresiones plasmadas en un curioso e impagable libro. No todo puede aplicarse al presente, las puertas del siglo XXI, pero el que la carretera Nacional 550 que une A Coruña con el sur de Galicia sólo roce el casco monumental de la villa ha permitido conservar pazos, iglesias y paseos como hace varias centurias. Esa es la gran sorpresa que espera al viajero que se acerque hasta una población que, junto con Santiago y Betanzos, es sin duda la que mayor valor artístico encierra entre sus calles y sus muros. Allí está el espíritu de Santiago Apóstol departiendo con el de la insigne poetisa Rosalía de Castro, inmortalizando ambos un territorio que conserva sus tradiciones con férrea constancia. El hecho, en fin, de lo que la moderna Autopista del Atlántico pase por las cercanías tiene una doble ventaja: elimina el tráfico por la villa, con el consiguiente beneficio en la disminución de ruidos y humos, y, simultáneamente, permite acceder a Padrón de una manera rápida.

El viajero debe ir "largo de tiempo" y dispuesto a empaparse en historia jacobea, en literatura gallega y en tendencias arquitectónicas. Y se enfrentará a una primera y nada fácil elección: adentrarse en las callejuelas o dar una vuelta por el municipio.
Si alguien piensa que las rúas y ruelas le van a ocupar sólo un rato, está equivocado: pronto se sentirá atrapado por la atracción de O Espolón, del crucero de Fondo da Vila, del convento del Carmen, del Pedrón...
